A CIEN AÑOS DE LA MASACRE DE LLAUCÁN
A casi cien años después de haber conseguido
expulsar a los Españoles y lograr la independencia gracias a las corrientes
libertadoras de San Martin y Bolívar, en el Perú profundo, aun descansaban
inamovibles las antiguas estructuras sociales clasistas, políticas y
latifundistas, en manos de una pequeña minoría de terratenientes y
“funcionarios” del estado republicano.
Esta es la historia de la aguerrida tribu de
los Llaucas, que, aunque sufrieron cientos de años de esclavitud y explotación
en su propia tierra, no se doblegaron ante los abusos y fueron los precursores
de los movimientos campesinos e indígenas del siglo pasado y finalmente de la
reforma agraria, que tardaría mucho en llegar, pero que por su valerosa actitud,
hasta derramar supropia sangre conseguirían finalmente el ansiado sueño de
desterrar a los opresores y ser dueños nuevamente de sus tierras y de su propio
destino.
La zona conocida como Llaucan está ubicado al
sur de la ciudad de Bambamarca, este territorio, por su fertilidad fue poblado
desde tiempo muy antiguos, donde existía una tribu de los Llaucas, que fueron
antepasados de los actuales Llaucanos.
Según el libro“Historia de Bambamarca”,
Llaucan en su origen perteneció al Curaca Llauca. Para posteriormente ser
arrebatado por los españoles. Llaucan, durante la colonia fue un centro muy
importante, en octubre de 1561 el visitador Diego Velásquez de Acuña, llego
hasta la hacienda “todos los Santos de Llaucan”, donde concurrieron todos los
indios de las pachacas de la Huaranga de Bambamarca a empadronarse.
Ninguna comunidad indígena del departamento
de Cajamarca ha suscitado tantos litigios,como la de la hacienda de Llaucan,
extenso fundo rural que se halla ubicado en el distrito de Bambamarca, provincia
de Hualgayoc, que tenía una extensión de cuarenta mil hectáreas y catorce mil
habitantes a mediados del siglo pasado.
A lo largo su historiase ha producido
conflictos, muchos delos cuales tuvieron significación nacional, por los
incidentes lamentables a que dieron origen. Así tenemos que en 1661, fueron
administradores don Juan Sedaño y su esposa Sebastiana Blas. Por los constantes
abusos cometidos en los obrajes, se produjo una sublevación por parte de los
indígenas, dando cruel muerte a ambos esposos.Pero el que merece mención
especial es la masacre efectuada por la fuerza pública el 3 de diciembre de
1914, en la que perecieron doscientos indígenas, entre hombres, mujeres y
niños, y que tiene como uno de sus protagonistas al controvertido caudillo y bandolero
Eleodoro Benel.
La hacienda de Llaucan,perteneció al banquero
español don Juan de la Cueva, encomendero de la época del coloniaje. Pero lo
perdió al caer en bancarrota confiscando sus dos haciendas,Quilcate y Llaucan,
ubicadas hoy, la primera en la provincia de San Miguel y la otra en Hualgayoc.
Posteriormente la hacienda Quilcate fue liberada del juicio de concurso por
haber alegado tercería excluyente de dominio de su esposa del señor de De la
Cueva, doña Ariste Zavala de Cueva, acción que la Real Audiencia de Lima
declaro fundada y ordeno que dicha hacienda fuera excluida del embargo. En
consecuencia solamente quedaba embargada la Hacienda de Llaucana petición del
tribunal del consulado.
Posteriormente la Audiencia de Lima expidió
sentencia en el juicio de concurso, resolviendo que la hacienda de Llaucan
pagaría anualmente cuatro mil pesos, hasta la total cancelación del cargo, ósea
por un periodo de veinte años consecutivos a cuyo término,el fundo embargado
quedaría libre y pasaría a manos de su legítimo propietario.
El señor De la Cueva falleció unos años antes
deque la deuda al fisco fuera cancelada. Pero como no dejo herederos, nadie se
preocupó posteriormente de reclamar el bien, materia del embargo.
Fenecida la dominación española, el gobierno
de la república continuo en posesión de Llaucan hasta el año de 1856, en que a
causa de haberse incendiado el campamento minero de Hualgayoc, el 16 de julio
del citado año, la convención nacional expidió una ley haciendo donación del
fundo a favor de los damnificados del siniestro. Los moradores de Hualgayoc,
sin embargo no hicieron uso del gesto generoso del gobierno de entonces. Los
notables Hualgayoquinos dela época se limitaron únicamente a adueñarse de los
capitales de la hacienda,tales como ganado y otros, en su provecho personal,
desdeñando la posibilidad de erigir una nueva ciudad en la bella pampa donde se
encuentra la casa-hacienda, a orillas del pomagon, y que había sido designada
para levantar en ella la nueva población de Hualgayoc.
Así llego el año de 1861. El diputado por
Chota don José Manuel Osores, viendo el abandono de Llaucan por los donatarios,
presento en su cámara un proyecto de ley, mandando crear en la ciudad de Chota
un colegio de Instrucción secundaria, a fin de que en dicho establecimiento
recibieran instrucción los jóvenes de las provincias de Jaén y Chota. Este
colegio dispondría para su sostenimiento, como lo dispone hasta el presente, de
rentas provenientes del fundo de Llaucan.
Conforme a ese pedido el 24 de Agosto de 1861
se creó el Colegio Nacional San Juan de Chota.
Es de advertir que el colegio de Chota es
solamente usufructuario de las rentas de la hacienda, y en cuanto al dominio de
propiedad este no se le ha sido concedido en la Ley.
Durante la administración del gobierno de
Balta, el tesorero fiscal de Cajamarca, don Manuel Luna Victoria, administro
Llaucan; parcelo el fundo y entrego esas parcelas, en arriendo a los indígenas
mediante pequeñas pensiones conductivas.Estas pensiones no llegaban en la época
a cuatro mil pesos anuales. Desde 1874 hasta 1879, fue conductor de Llaucan don
Victoriano Agusti, esposo de doña Amanda Cavada, mediando el pago de tres mil
quinientos pesos anuales. Al fallecimiento del señor agusti en 1880, el estado
dispuso de las rentas de Llaucan para atender los gastos de la guerra. Tanto el
contraalmirante Montero,como el general Miguel Iglesias, continuaron recaudando
esas rentas por intermedio de la tesorería fiscal de Cajamarca: en 1883 fue
entregada en arriendo a don Nicolás y don Juan de la Rosa Tello.
El colegio Nacional San Juan de Chota,
recupero las rentas de Llaucan, en virtud de una ley expedida por el congreso
de 1886 por iniciativa del diputado de dicha provincia bachiller don Ezequiel
Montoya. Desde entonces el citado plantel viene usufructuando delas rentas del
fundo.
A partir de ahí, bajo la administración de
los Chotanos, se empieza a arrendar la hacienda a diferentes personas año tras
año, en pujas que se hacían en la ciudad de Chota,dando como ganador al que
ofrecía más dinero por la usufructuracion de la Hacienda.
Antes de 1913,la familia Ramos (Marcos Ramos
García y sus siete hijos) llegan a Llaucan, después de haber perdido sus
tierras en un conflicto en Ninabambaba, con el controvertido caudillo y
bandolero Eleodoro Benel.
En diciembre de 1914 fue sacada a remate para
su arriendo como todos los años. Obteniendo la buena pro Eleodoro Benel
Zuloeta, por una suma que casi duplicaba el alquiler anterior, los
subarrendatarios, en su mayoría indígenas, temiendo una elevación de la merced
conductiva, y azuzados por el arrendatario anterior, adoptaron una actitud de
rebeldía frente al nuevo concesionario, el cual solicito la intervención de las
autoridades.
El 3 de diciembre de ese mismo año, ante la
solicitud de Benel y el prefecto de Cajamarca, Coronel Belisario Ravines,
(Heroe de San Pablo), se constituyó a las pampas de Llaucan con el auxilio de
doscientos gendarme a dar posesión a Benel.
Ante la noticia de que este nuevo Locatario
iba a tomar posesión de la administración de las tierras y ante el conocimiento
previo de quien era Benel y las intenciones que traía, la gente de Llaucan se
constituyó a la pampa, delante de la derruida la casa-hacienda en
aproximadamente cuatro mil indios, entre hombres, mujeres,niños y niñas.
Según versiones orales, recogidos en diversos
textos, los indios dirigidos por sus cabecillas,doña Eulogia Huamán y don
Andrés Díaz Bustamante se concentraron en la hacienda con toda la masa de
gente,amenazando al nuevo locatario de que no iban a pagar ni un centavo más de
lo que estaban pagando. Para ese día los campesinos habían venido armados con
sus hondas, huaracas, palos, bordones,piedras.
La tropa,formada en doble fila, estaba
dispuesta en semicírculo en la llanura, el coronel Ravines, con grueso capote y
pistola al cinto, jinete de un grande corcel fornido, saltador e inquieto,
recorría el campo de extremo a extremo,teniendo al frente la reunión de los
Llaucanos, la indiada a cien metros de distancia, pugnaba por contenerse, más
los gritos y amenazas no tenían nada de tranquilizadores, que solo esperaba la
aparición de Benel para posiblemente arremeter contra él su furia.
Una intimidación del prefecto, contuvo por un
momento ala turba, que pudo entrar en leve calma, pero volvió a recrudecer el
infernal griterío y la furiosa indiada comenzó a avanzar paso a paso durante
algunos segundos, ante la segunda intimidación por parte del Coronel fue
incapaz de contenerlos, ¡Alto, Alto, deténganse, deténganse!, voy a hacer
fuego!, Grito.
Arrolladora,avanzo la multitud enorme, ras
leve vacilación y luego de rengar a los rebeldes, una cabecilla india apodada
“la camacha”, salto corriendo, con su rostro prieto surcado de leves arrugas,
la distancia que separaba al prefecto de la multitud, al llegar a él, se cogió
de la rienda del caballo que se movió asustado e inquieto.
Prefecto Bribón….¿tú también vas a dar
Llaucan a un bandido? Espeto con rabia, que retorcía la paz ala cabecilla
india, al mismo tiempo que avanzaba sobre el prefecto, cruzándole un latigazo
en la mejilla que derribo al suelo al Héroe de San Pablo.
¡India estúpida carajo! Bramo el coronel,
sacó su pistola y disparó sobre la embravecida cabecilla por res veces
consecutivas. La india “camacha”, que así se la conocía a la valiente Casimira
Huamán de Camacho, envuelta en su propia sangre como mártir de su raza y mártir
del engaño, estrujándose el pecho ensangrentado,cayo agonizante sobre la pampa.
Centenares de palos y piedras cruzaron el
aire, una tremenda pedrada sembró el pánico en las filas de Ravines, ¡Fuego al aire!
Espeto, incorporándose en los estribos de su caballo el coronel Ravines a la
vez que miraba su reloj. Doscientos disparos sonaron por el aire,amenazantes,
decenas de dinaminatazos retumbaron al chocar en el suelo cerca de donde se
ubicaba la tropa, los indios tiraban diestramente la honda, arrojando los
cartuchos de dinamita con guía encendida, se vio caer a un gendarme sin haber
tenido tiempo para hacer su segunda descarga.
¡Circo, circo,circo! Avanzaban gritando los
llaucanos y ejecutando una maniobra alrededor dela tropa, miles de piedras
volvieron a verse por el aire, es entonces que el coronel ordena…fuego al
bulto!, la respuesta inmediata fue dada por dos decenas de indios que quedaban
tendidos en la pampa, entre muertos, heridos y agonizantes. Sin embargo en la
indiada comenzó a generalizarse la pelea, varias decenas de indios volvían a
caer sin vida, siete soldados quedaron gravemente heridos en esta segunda
refriega.
La tropa volvió a cargar sus fusiles y
dispararon por tercer vez, a boca de jarro, cinco decenas de llaucanos murieron
al más o menos, otra descarga más, ochenta indios muertos boca abajo, conforme
arreciaban, nuevos llaucanos eran barridos por las balas, ya el desbande no se
hizo esperar en las filas de los indios;atropellándose huían en distintas
direcciones y los gendarmes seguían disparando, gritos, lamentos, maldiciones y
blasfemias se oía por todas partes, manchones de sangre se veía por los
caminos, Ravines posteriormente ordeno el repase general .
“el caso más horrible fue cuando lo
encontraron viva a la señora Marcelina Lara y le preguntaron de que parte era,
y ella dijo de los cabecillas. Le dieron un puntazo en la barriga y salió la
criatura, porque ella había estado en cinta”.
El saldo de los muertos sobrepaso los
docientos, entre hombres, mujeres y niños, de la tropa solo murió el soldado
zurita. Media hora había durado la batalla, treinta minutos de desigual
batalla, “treinta minutos de infierno y sangre”.
Esta masacre,entristeció a muchos peruanos, y
fue sentida a nivel nacional, lo que preocupo a las grandes autoridades, se
dice que: “los grandes jefes militares y políticos, degradaron a los causante
de esta masacre, al ministro de defensa lo bajaron de su cargo, al capitán y
los saldados que vinieron a Llaucan les dieron de baja. Y el señor Benel se
corrió cobardemente porque ya no lo dejaban entrar en la hacienda de Llaucan.
Después de la masacre el remate fu suspendido
enseguida, mediante una resolución suprema, que ordeno la administración de Llaucan
a un empleado nombrado por el gobierno. Si bien es cierto que Llaucan fue
abandonado por el colegio de Chota, pero los administradores nombrados por el
gobierno seguían haciendo cobros excesivos delos arriendos, que causa nuevas
protestas de los Llaucanos.
En 1918, Chota,comenzó nuevamente a controlar
Llaucan, por medio de sus administradores, que seguían imponiendo en muchos
casos nuevamente excesivas cobros, que generó que aparecieran nuevos
manifestaciones y nuevos líderes, pero esta vez, se los silenciaba mediante una
guerra de baja intensidad, así tenemos que en 1935 fusilaron en su propia casa
al legendario cabecilla Lorenzo Guadaña, por el bandolero Edilberto Díaz, quien
dicen llego a las ocho de la noche, tapándose la cara con un paño negro y el
fusil debajo del poncho.
Otro de los lideres asesinados por orden de
Chota fue Abelino Mondragón Saucedo, quien adquirió el nombre de “el cabecilla
de los Llaucanos” quien organizo a la gente para detener el abuso del locatario
Fermin Arrascue, a quien expulsaron nuevamente de Llaucàn. Pero un domingo 2 de
julio de 1944, al parecer 3 policías se dirigen hacia su vivienda en La Llica
para darle muerte, quien dice que murió atravesado el corazón por una bala de
fusil, pero siendo traicionado por sus propios compañeros.
Ante el reclamo constante de los Llaucanos,
En 1946 se aprueba en la cámara de diputados el proyecto de ley que disponía se
autorice al ejecutivo la venta y división de Llaucan en parcelas. Para que sean
compartidas entre sus arrendatarios y colonos. Gracias al apoyo del centro
chotano, presidido por Francisco Cadenillas Gálvez y otros valientes chotanos,
que desde las tribunas daban debates ardientes en apoyo al reclamo de los
LLaucanos. Sin embargo dicho proyecto no se ratificó en la cámara alta.
La ley de parcelación se logra finalmente en
1966, donde con la parcelación, los Llaucanos quedan como dueños legítimos de
sus tierras. Sin embargo, la reforma agraria no afecto a la hacienda de
Llaucan. Por lo que los llaucanos se sienten orgullos de que la posición de sus
tierras no lo consiguieron por dádivas delos gobernantes, sino por las luchas
incansables de los indígenas durante casi toda su historia emprendieron para
defenderla, e incluso derramando su propia sangre.
“Los Macizos de
Pencaspampa”, del grupo cultural “Martin Quiliche” de la Parroquia de
Bambamarca, 1994
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