martes, 24 de noviembre de 2020

LA MASACRE DE LLAUCAN

 

A CIEN AÑOS DE LA MASACRE DE LLAUCÁN

A casi cien años después de haber conseguido expulsar a los Españoles y lograr la independencia gracias a las corrientes libertadoras de San Martin y Bolívar, en el Perú profundo, aun descansaban inamovibles las antiguas estructuras sociales clasistas, políticas y latifundistas, en manos de una pequeña minoría de terratenientes y “funcionarios” del estado republicano.

Esta es la historia de la aguerrida tribu de los Llaucas, que, aunque sufrieron cientos de años de esclavitud y explotación en su propia tierra, no se doblegaron ante los abusos y fueron los precursores de los movimientos campesinos e indígenas del siglo pasado y finalmente de la reforma agraria, que tardaría mucho en llegar, pero que por su valerosa actitud, hasta derramar supropia sangre conseguirían finalmente el ansiado sueño de desterrar a los opresores y ser dueños nuevamente de sus tierras y de su propio destino.

La zona conocida como Llaucan está ubicado al sur de la ciudad de Bambamarca, este territorio, por su fertilidad fue poblado desde tiempo muy antiguos, donde existía una tribu de los Llaucas, que fueron antepasados de los actuales Llaucanos.

Según el libro“Historia de Bambamarca”, Llaucan en su origen perteneció al Curaca Llauca. Para posteriormente ser arrebatado por los españoles. Llaucan, durante la colonia fue un centro muy importante, en octubre de 1561 el visitador Diego Velásquez de Acuña, llego hasta la hacienda “todos los Santos de Llaucan”, donde concurrieron todos los indios de las pachacas de la Huaranga de Bambamarca a empadronarse.

Ninguna comunidad indígena del departamento de Cajamarca ha suscitado tantos litigios,como la de la hacienda de Llaucan, extenso fundo rural que se halla ubicado en el distrito de Bambamarca, provincia de Hualgayoc, que tenía una extensión de cuarenta mil hectáreas y catorce mil habitantes a mediados del siglo pasado.

A lo largo su historiase ha producido conflictos, muchos delos cuales tuvieron significación nacional, por los incidentes lamentables a que dieron origen. Así tenemos que en 1661, fueron administradores don Juan Sedaño y su esposa Sebastiana Blas. Por los constantes abusos cometidos en los obrajes, se produjo una sublevación por parte de los indígenas, dando cruel muerte a ambos esposos.Pero el que merece mención especial es la masacre efectuada por la fuerza pública el 3 de diciembre de 1914, en la que perecieron doscientos indígenas, entre hombres, mujeres y niños, y que tiene como uno de sus protagonistas al controvertido caudillo y bandolero Eleodoro Benel.

La hacienda de Llaucan,perteneció al banquero español don Juan de la Cueva, encomendero de la época del coloniaje. Pero lo perdió al caer en bancarrota confiscando sus dos haciendas,Quilcate y Llaucan, ubicadas hoy, la primera en la provincia de San Miguel y la otra en Hualgayoc. Posteriormente la hacienda Quilcate fue liberada del juicio de concurso por haber alegado tercería excluyente de dominio de su esposa del señor de De la Cueva, doña Ariste Zavala de Cueva, acción que la Real Audiencia de Lima declaro fundada y ordeno que dicha hacienda fuera excluida del embargo. En consecuencia solamente quedaba embargada la Hacienda de Llaucana petición del tribunal del consulado.

Posteriormente la Audiencia de Lima expidió sentencia en el juicio de concurso, resolviendo que la hacienda de Llaucan pagaría anualmente cuatro mil pesos, hasta la total cancelación del cargo, ósea por un periodo de veinte años consecutivos a cuyo término,el fundo embargado quedaría libre y pasaría a manos de su legítimo propietario.

El señor De la Cueva falleció unos años antes deque la deuda al fisco fuera cancelada. Pero como no dejo herederos, nadie se preocupó posteriormente de reclamar el bien, materia del embargo.

Fenecida la dominación española, el gobierno de la república continuo en posesión de Llaucan hasta el año de 1856, en que a causa de haberse incendiado el campamento minero de Hualgayoc, el 16 de julio del citado año, la convención nacional expidió una ley haciendo donación del fundo a favor de los damnificados del siniestro. Los moradores de Hualgayoc, sin embargo no hicieron uso del gesto generoso del gobierno de entonces. Los notables Hualgayoquinos dela época se limitaron únicamente a adueñarse de los capitales de la hacienda,tales como ganado y otros, en su provecho personal, desdeñando la posibilidad de erigir una nueva ciudad en la bella pampa donde se encuentra la casa-hacienda, a orillas del pomagon, y que había sido designada para levantar en ella la nueva población de Hualgayoc.

Así llego el año de 1861. El diputado por Chota don José Manuel Osores, viendo el abandono de Llaucan por los donatarios, presento en su cámara un proyecto de ley, mandando crear en la ciudad de Chota un colegio de Instrucción secundaria, a fin de que en dicho establecimiento recibieran instrucción los jóvenes de las provincias de Jaén y Chota. Este colegio dispondría para su sostenimiento, como lo dispone hasta el presente, de rentas provenientes del fundo de Llaucan.

Conforme a ese pedido el 24 de Agosto de 1861 se creó el Colegio Nacional San Juan de Chota.

Es de advertir que el colegio de Chota es solamente usufructuario de las rentas de la hacienda, y en cuanto al dominio de propiedad este no se le ha sido concedido en la Ley.

Durante la administración del gobierno de Balta, el tesorero fiscal de Cajamarca, don Manuel Luna Victoria, administro Llaucan; parcelo el fundo y entrego esas parcelas, en arriendo a los indígenas mediante pequeñas pensiones conductivas.Estas pensiones no llegaban en la época a cuatro mil pesos anuales. Desde 1874 hasta 1879, fue conductor de Llaucan don Victoriano Agusti, esposo de doña Amanda Cavada, mediando el pago de tres mil quinientos pesos anuales. Al fallecimiento del señor agusti en 1880, el estado dispuso de las rentas de Llaucan para atender los gastos de la guerra. Tanto el contraalmirante Montero,como el general Miguel Iglesias, continuaron recaudando esas rentas por intermedio de la tesorería fiscal de Cajamarca: en 1883 fue entregada en arriendo a don Nicolás y don Juan de la Rosa Tello.

El colegio Nacional San Juan de Chota, recupero las rentas de Llaucan, en virtud de una ley expedida por el congreso de 1886 por iniciativa del diputado de dicha provincia bachiller don Ezequiel Montoya. Desde entonces el citado plantel viene usufructuando delas rentas del fundo.

A partir de ahí, bajo la administración de los Chotanos, se empieza a arrendar la hacienda a diferentes personas año tras año, en pujas que se hacían en la ciudad de Chota,dando como ganador al que ofrecía más dinero por la usufructuracion de la Hacienda.

Antes de 1913,la familia Ramos (Marcos Ramos García y sus siete hijos) llegan a Llaucan, después de haber perdido sus tierras en un conflicto en Ninabambaba, con el controvertido caudillo y bandolero Eleodoro Benel.

En diciembre de 1914 fue sacada a remate para su arriendo como todos los años. Obteniendo la buena pro Eleodoro Benel Zuloeta, por una suma que casi duplicaba el alquiler anterior, los subarrendatarios, en su mayoría indígenas, temiendo una elevación de la merced conductiva, y azuzados por el arrendatario anterior, adoptaron una actitud de rebeldía frente al nuevo concesionario, el cual solicito la intervención de las autoridades.

El 3 de diciembre de ese mismo año, ante la solicitud de Benel y el prefecto de Cajamarca, Coronel Belisario Ravines, (Heroe de San Pablo), se constituyó a las pampas de Llaucan con el auxilio de doscientos gendarme a dar posesión a Benel.

Ante la noticia de que este nuevo Locatario iba a tomar posesión de la administración de las tierras y ante el conocimiento previo de quien era Benel y las intenciones que traía, la gente de Llaucan se constituyó a la pampa, delante de la derruida la casa-hacienda en aproximadamente cuatro mil indios, entre hombres, mujeres,niños y niñas.

Según versiones orales, recogidos en diversos textos, los indios dirigidos por sus cabecillas,doña Eulogia Huamán y don Andrés Díaz Bustamante se concentraron en la hacienda con toda la masa de gente,amenazando al nuevo locatario de que no iban a pagar ni un centavo más de lo que estaban pagando. Para ese día los campesinos habían venido armados con sus hondas, huaracas, palos, bordones,piedras.

La tropa,formada en doble fila, estaba dispuesta en semicírculo en la llanura, el coronel Ravines, con grueso capote y pistola al cinto, jinete de un grande corcel fornido, saltador e inquieto, recorría el campo de extremo a extremo,teniendo al frente la reunión de los Llaucanos, la indiada a cien metros de distancia, pugnaba por contenerse, más los gritos y amenazas no tenían nada de tranquilizadores, que solo esperaba la aparición de Benel para posiblemente arremeter contra él su furia.

Una intimidación del prefecto, contuvo por un momento ala turba, que pudo entrar en leve calma, pero volvió a recrudecer el infernal griterío y la furiosa indiada comenzó a avanzar paso a paso durante algunos segundos, ante la segunda intimidación por parte del Coronel fue incapaz de contenerlos, ¡Alto, Alto, deténganse, deténganse!, voy a hacer fuego!, Grito.

Arrolladora,avanzo la multitud enorme, ras leve vacilación y luego de rengar a los rebeldes, una cabecilla india apodada “la camacha”, salto corriendo, con su rostro prieto surcado de leves arrugas, la distancia que separaba al prefecto de la multitud, al llegar a él, se cogió de la rienda del caballo que se movió asustado e inquieto.

Prefecto Bribón….¿tú también vas a dar Llaucan a un bandido? Espeto con rabia, que retorcía la paz ala cabecilla india, al mismo tiempo que avanzaba sobre el prefecto, cruzándole un latigazo en la mejilla que derribo al suelo al Héroe de San Pablo.

¡India estúpida carajo! Bramo el coronel, sacó su pistola y disparó sobre la embravecida cabecilla por res veces consecutivas. La india “camacha”, que así se la conocía a la valiente Casimira Huamán de Camacho, envuelta en su propia sangre como mártir de su raza y mártir del engaño, estrujándose el pecho ensangrentado,cayo agonizante sobre la pampa.

Centenares de palos y piedras cruzaron el aire, una tremenda pedrada sembró el pánico en las filas de Ravines, ¡Fuego al aire! Espeto, incorporándose en los estribos de su caballo el coronel Ravines a la vez que miraba su reloj. Doscientos disparos sonaron por el aire,amenazantes, decenas de dinaminatazos retumbaron al chocar en el suelo cerca de donde se ubicaba la tropa, los indios tiraban diestramente la honda, arrojando los cartuchos de dinamita con guía encendida, se vio caer a un gendarme sin haber tenido tiempo para hacer su segunda descarga.

¡Circo, circo,circo! Avanzaban gritando los llaucanos y ejecutando una maniobra alrededor dela tropa, miles de piedras volvieron a verse por el aire, es entonces que el coronel ordena…fuego al bulto!, la respuesta inmediata fue dada por dos decenas de indios que quedaban tendidos en la pampa, entre muertos, heridos y agonizantes. Sin embargo en la indiada comenzó a generalizarse la pelea, varias decenas de indios volvían a caer sin vida, siete soldados quedaron gravemente heridos en esta segunda refriega.

La tropa volvió a cargar sus fusiles y dispararon por tercer vez, a boca de jarro, cinco decenas de llaucanos murieron al más o menos, otra descarga más, ochenta indios muertos boca abajo, conforme arreciaban, nuevos llaucanos eran barridos por las balas, ya el desbande no se hizo esperar en las filas de los indios;atropellándose huían en distintas direcciones y los gendarmes seguían disparando, gritos, lamentos, maldiciones y blasfemias se oía por todas partes, manchones de sangre se veía por los caminos, Ravines posteriormente ordeno el repase general .

“el caso más horrible fue cuando lo encontraron viva a la señora Marcelina Lara y le preguntaron de que parte era, y ella dijo de los cabecillas. Le dieron un puntazo en la barriga y salió la criatura, porque ella había estado en cinta”.

El saldo de los muertos sobrepaso los docientos, entre hombres, mujeres y niños, de la tropa solo murió el soldado zurita. Media hora había durado la batalla, treinta minutos de desigual batalla, “treinta minutos de infierno y sangre”.

Esta masacre,entristeció a muchos peruanos, y fue sentida a nivel nacional, lo que preocupo a las grandes autoridades, se dice que: “los grandes jefes militares y políticos, degradaron a los causante de esta masacre, al ministro de defensa lo bajaron de su cargo, al capitán y los saldados que vinieron a Llaucan les dieron de baja. Y el señor Benel se corrió cobardemente porque ya no lo dejaban entrar en la hacienda de Llaucan.

Después de la masacre el remate fu suspendido enseguida, mediante una resolución suprema, que ordeno la administración de Llaucan a un empleado nombrado por el gobierno. Si bien es cierto que Llaucan fue abandonado por el colegio de Chota, pero los administradores nombrados por el gobierno seguían haciendo cobros excesivos delos arriendos, que causa nuevas protestas de los Llaucanos.

En 1918, Chota,comenzó nuevamente a controlar Llaucan, por medio de sus administradores, que seguían imponiendo en muchos casos nuevamente excesivas cobros, que generó que aparecieran nuevos manifestaciones y nuevos líderes, pero esta vez, se los silenciaba mediante una guerra de baja intensidad, así tenemos que en 1935 fusilaron en su propia casa al legendario cabecilla Lorenzo Guadaña, por el bandolero Edilberto Díaz, quien dicen llego a las ocho de la noche, tapándose la cara con un paño negro y el fusil debajo del poncho.

Otro de los lideres asesinados por orden de Chota fue Abelino Mondragón Saucedo, quien adquirió el nombre de “el cabecilla de los Llaucanos” quien organizo a la gente para detener el abuso del locatario Fermin Arrascue, a quien expulsaron nuevamente de Llaucàn. Pero un domingo 2 de julio de 1944, al parecer 3 policías se dirigen hacia su vivienda en La Llica para darle muerte, quien dice que murió atravesado el corazón por una bala de fusil, pero siendo traicionado por sus propios compañeros.

Ante el reclamo constante de los Llaucanos, En 1946 se aprueba en la cámara de diputados el proyecto de ley que disponía se autorice al ejecutivo la venta y división de Llaucan en parcelas. Para que sean compartidas entre sus arrendatarios y colonos. Gracias al apoyo del centro chotano, presidido por Francisco Cadenillas Gálvez y otros valientes chotanos, que desde las tribunas daban debates ardientes en apoyo al reclamo de los LLaucanos. Sin embargo dicho proyecto no se ratificó en la cámara alta.

La ley de parcelación se logra finalmente en 1966, donde con la parcelación, los Llaucanos quedan como dueños legítimos de sus tierras. Sin embargo, la reforma agraria no afecto a la hacienda de Llaucan. Por lo que los llaucanos se sienten orgullos de que la posición de sus tierras no lo consiguieron por dádivas delos gobernantes, sino por las luchas incansables de los indígenas durante casi toda su historia emprendieron para defenderla, e incluso derramando su propia sangre.

 “Los Macizos de Pencaspampa”, del grupo cultural “Martin Quiliche” de la Parroquia de Bambamarca, 1994

 

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