SUCESOS DE LLAUCAN BAMBAMARCA 1914
HECHOS QUE HAY QUE RECORDAR, PARA QUE LA HISTORIA NO
SE REPITA
HOY QUE “DICEN” QUE TODOS TENEMOS LOS MISMO
DERECHOS.
Indígenas, él quería
lograr la posesión a la fuerza y sacar todas las riquezas. Este hombre era un logrativo,
abusivo vino con acuerdo de la prefectura de Cajamarca,
no venía a manejar las tierras en forma perfecta, sino para abusar
demasiado, a los hombres y mujeres de
veinte años ponía una obligación y a los hombres de más edad les ponía otra obligación, estas
obligaciones no eran justas, por ejemplo eran hilaza, descarmena de lana,
cocinería, tejidos, criandería de
animales, y muchos quehaceres de casa que tenían que hacer los llaucanos para beneficiar a Benel».
Los hombres trabajaban en el campo en las chacras de la hacienda para el beneficio del señor locatario».
«Nos dimos
cuenta que no era dable trabajar al rigor, y que
vivíamos bajo las órdenes de este malvado gamonal. Cansados de los tantos abusos, la gente misma lo corrió al
Prado, la gente se juntaban de
toditas las comunidades, Ilenecitos en la plaza, todito el patio de frente de la capilla estaban Llenecitos
y no lo dejaban entrar, y lo corrieron de la hacienda de Llaucán, y por eso se vengó haciéndolos matar, trajo los
policías el Prado y Benel»
«Como los cabecillas no se avinieron al aumento del pago de los
arriendos, por eso se levantaron los llaucanos como montonera».
Según el libro «Historia de Bambamarca», Prado y Benel administraron Llaucán en tiempos sucesivos. Sin embargo en los
testimonios de la gente aparecen juntos, porque para ellos ambos representaban
al mismo sistema de explotación con que los llaucanos lucharon.
«La gente se levantaron contra el Prado y Benel, que no lo dejaban entrar aquí a la hacienda, en varias oportunidades lo habían corrido, eso fue el motivo que el Prado trajo la policía como venganza
haciéndolos matar».
«El Prado y Benel se vieron vencidos porque la gente se reunieron como hormigas de toda la zona de Llaueán para no dejarlos entrar, por ese motivo tuvieron que venir con la policía y el Rector de Chota, y ahí sucedió las muertes».
«LA SANGRE
CORRIÓ COMO RÍO»
De este suceso lamentable,
existen diversas versiones orales en
la memoria de la gente, tal como podemos apreciar en los siguientes
testimonios:
«Los
campesinos como eran amenazados de ser desalojados
se iban poniendo de acuerdo a no separarse y tampoco
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dejarse quitar la tierra. En varias oportunidades ya lo habían corrido al Prado de la hacienda de Llaucán».
«Los ahijados se dieron cuenta que les van a obligar a firmar nuevos
contratos, para que ellos paguen aparte al Locatario, entonces se juntaron en masa junto con los cabezonados y no se consintieron».
«Sucedió que el día 3 de Diciembre de 1914, se presentaron todititos los Llaucanos, porque sabían que va a venir el Prado y Benel trayendo la fuerza policial de Cajamarca, que eran los azules, con el apoyo del señor Prefecto don Belisario Ravines, por ello se juntaron
decididos a protestar fuertemente».
«Los campesinos dirigidos por sus cabecillas, don Eulogio Huamán y
don Andrés Díaz Bustamante se concentraron en la casa hacienda con todita la
masa de gente, amenazando al explotador que
no están de acuerdo con pagar un centavo más de lo que estaban pagando».
«La policía entraron por la hacienda de Chanta para obligar a los indios a pagar los recargos de sus arriendos, con el pretexto de que el rector del colegio de Chota había venido a cobrar los
arriendos. Cuando llegaron los policías a la casa hacienda, nos encontraron a toda la masa campesina reunida, todos a voz gritamos !No
pagamos! ! No pagamos!».
«Para este día los campesinos llaucanos habían venido armados de sus hondas, guaracas, palos (bordones
con chuchos y de chonta), piedras; (las mujeres muy precavidas habían recogido piedras en sus milcas); los guardias al ver eso
querían hacerles botar las piedras,
ahí es donde se enfurecieron más los llaucanos y comenzaron a echarle
piedra a los policías
A piedras
lo hicieron salir de la casa hacienda a los guardias,
arrinconándolos a la pampa de San Juan,
donde se atrincheraron los
policías; mientras tanto, los campesinos se habían equipado con piedras
y comenzaron a tirar los hondazos, alcanzándolo
a un policía y derribándolo de su caballo, en ese momento es cuando un oficial ordena a la tropa
diciendo: IFuego! (Fuego! Empezaron
a tirar bala pensando intimidarnos, pero la gente no se rendía, al contrario
más se enfurecieron y el oficial dijo a su tropa !A tierra! y comenzó la
guerra. Así sucedió la masacre donde murieron más de doscientos llaucanos en
defensa de sus tierras»
«Cuando toditos estaban tendidos, los guardias rectificaron a los muertos, a los que encontraban vivos les preguntaban: ¿De qué parte eres0 si contestaban: Soy de Prado, entonces lo
dejaban vivos. Habían otros más valientes y decían: Yo
soy de parte de los cabecillas», lo mataban a
puntazos. La gente decía que es de Prado por miedo a
morir y por qué Benel no se había sentado como locatario»
«El caso más horrible es cuando lo encontraron viva a la señora Marcelina Lara y le preguntan de qué parte era, y ella dijo de los cabecillas. Le dieron un puntazo en la barriga y salió la criatura,
porque ella había estado encinta»
«Cuando los policías estaban viniendo rumbo a Bambamarca los llaucanos dieron la vuelta por la parte alta de la Conga Blanca, a dar el encuentro a los guardias y
un indígena que tenía una escopeta,
disparó un balazo a la tropa alcanzando a un guardia en el cerebro y salió la
bala por la boca, pasó a la muía y con
todo muía se cayó al río y en la pampa del río murió el policía
Los familiares y demás indios al siguiente día juntaron a
los muertos llenecitos en la iglesia
corriendo la sangre como el río que
casi se juntaba con el río Llaucano. Después
a los muertos los
llevaron al panteón donde los enterraron de dos en dos y de tres
en tres; no había tiempo para hacer la
sepultura de cada uno, por
que había temor de que regresen los guardias a quemar a los
muertos, así había rumores».
«Los familiares que tenían posibilidades cambiaban de ropa a sus muertos y a los muertos que no tenían familiares los enterraban con su
propia ropa con que los mataron».
«También se cuenta que el hacendado de Chala don Cesar Miranda, al enterarse de esta masacre, se fue con su gente, al ver la
tristeza, lloró y ordenó que ayuden a recoger a los muertos; después de ayudar en el entierro se regresaron a
su hacienda».
LAMENTABLES ACONTECIMIENTOS
Mucho se ha escrito sobre estos tristes hechos. A continuación
presentamos dos versiones acerca de la masacre.
En primer lugar Adolfo Vigil en
su libro «El pueblo en la Llanura»
nos dice:
«El 3
de Diciembre de 1914, mi padrino Eleodoro Benel, debía recibir el fundo Llaucán que había ganado en limpia puja o remate. Al intentar tomar
posesión, encuentra bien organizada y bien
pertrechada, con palos y con piedras la indiada opositora que había sido hábilmente azuzada por la banda de los hermanos Ramos. Benel nació en Hualgayoc el 5
de Agosto de 1871
Benel solicita garantías a Cajamarca, y el mismo Prefecto Belisario
Ravines, héroe del 79, al mando de 200 gendarmes, viene a dar
posesión del fundo a Benel».
«Los campesinos están emplazados en la pampa de Llaucán, llanada delantera de la casa hacienda.
El prefecto pretende dialogar con ellos, pero en esos momentos
una campesina. Casimira Huamán, por apodo
«Camacha» , pues Camacho era el apellido de su esposo, acomete a
riendazos al Prefecto derribándolo del corcel. El capitán Rabines, hijo del jefe, dispara
sóbrela dirigente, hiriéndola
mortalmente. Esto originó la reacción
inmediata de la indiada que atacó a
la tropa con hondas, bordones de Lloque y algunos cartuchos de
dinamita».
«Las órdenes de Revines son terminantes". « Bala a los llaucanos». Y estos cayeron por centenares. Los llaucanos despavoridos empiezan un gran
desbande».
Rabines ordenó posteriormente, el repase general.
El saldo de los muertos sobrepasó los
quinientos, entre hombres mujeres y niños.
De la tropa sólo murió el soldado Zurita.
Tan lamentables
acontecimientos, de los que en mucho fueron actores nuestros padres, tuvieron gran repercusión social» (pág.42).
La
parcelación y venta de lotes del referido fundo, es
ahora un hecho consumado, gracias a la prédica
perenne y salvadora de otros dos luchadores llaucanos: Lorenzo Guadaña y
Andrés Abelino Mondragón.
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«TREINTA MINUTOS DE INFIERNO Y SANGRE»
En el libro «La rebelión del caudillo andino Eleodoro Benel Zuloeta» de Juan Vigil,
encontramos otra versión que nos parece no representar el sentimiento de los llaucanos,
el autor exagera fijándose
más en el mismo hecho que en las causas de esta tragedia, e incluso refleja
algunas palabras o términos con un cierto desprecio por los indígenas de Llaucán:
«Cuatro mil indios, hombres,
mujeres, mozos, niños y niñas se encontraban aquella tarde en la llanura cubierta de grama situada delante del portón de la
derruida casa hacienda de Llaucán».
«Esa tarde
Benel debía tomar posesión del fundo. Había
comprendido perfectamente la propaganda desplegada
por los cuatreros Ramos, y allí estaban en
pie de guerra para defender sus derechos
a la tierra y expulsar al terrible bandolero y asesino Eleodoro Benel».
El prefecto de Cajamarca, Coronel Belisario Rabines, héroe de San Pablo, se había constituido por orden
superior en la pampa de
Llaucán, con el auxilio eficaz de doscientos números de gendarmería, perfectamente equipados a fin de dar posesión a Benel, que en buena lid había obtenido el remate
de la hacienda, ya que había solicitado garantías ante la creciente
campaña desplegada por los Ramos.
La tropa formada en doble fila, estaba
dispuesta en semi círculo en la llanada. El coronel Ravines con grueso
capote y pistola al cinto, jinete en un grande
corcel fornido, saltador e inquieto.
Recorría el campo de extremo a extremo, teniendo al frente
la reunión de los llaucanos, la indiada a
cien metros de distancia pugnaba por contenerse, los griteríos y amenazas no
tenían nada de tranquilizadores.
Sólo esperaban
la aparición de Benel para cogerlo vivo y luego despedazarlo. Estaban armados «hasta los
dientes» con palos de chonta, garrotes, piedras, hondas, cartuchos de dinamita con sus
provisiones de guía, pedernales y acerados eslabones. «!No comprendo qué es lo que ha
pasado!» decía aterrado el prefecto.
El semblante
descajado de los gendarmes, detonaba su tremendo
disgusto y un miedo profundo; la indiada enfurecida, a punto de hacer estallar
su ira, no es para poco, ni más ni menos para hacer temblar al hombre más
aguerrido y valiente aún con gran
acompañamiento de armas.
Una intimidación del prefecto, la turba pudo entrar en leve calma, volvió después a recrudecer
el infernal griterío y la furiosa indiada comenzó a avanzar paso a paso durante
algunos segundos. Una segunda
intimidación por parte del Coronel fue incapaz de contener la engrandecida multitud. El prefecto
sentía correr el sudor por el
cuello y por la frente. ! Alto, Alto, deténganse, deténganse!, voy a
ordenar hacer fuego.
Arrolladora
avanzó la multitud
enorme; tras leve vacilación y luego de arengar a los rebeldes, una cabecilla india apodada «la Camacha», saltó corriendo, con
su rostro prieto surcado de leves arrugas
la distancia que separaba al Prefecto de la multitud, al llegar a él, se cogió de la rienda del caballo que
se movió asustado e inquieto. -
Prefecto Bribón.... ¿tú también vas a dar Llaucán a un bandido?
Excepto con rabia
que retorcía la paz a la cabecilla india, al mismo tiempo que avanzaba sobre el
Prefecto, cruzándole un latigazo en la mejilla que derribó al suelo al héroe de San Pablo.
- ¡India estúpida carajo! bramó el Coronel, sacó su
pistola y disparó
sobre la embravecida cabecilla
por tres veces consecutivas.
La india «Camacha», que así se la conocía a la valiente Casimira Huamán de Camacho, envuelta en su propia
sangre como mártir de su raza y mártir del engaño, estrujándose el pecho
ensangrentado. Cuenta su madre que ésta
líder era la más elegante reviatada de Llaucán.
Centenas de palos cruzaron el aire, una tremenda pedrada sembró el pánico en las filas de Rabines.
- ¡Fuego al aire! - incorporándose en los estribos de
su caballo,
aulló el Coronel a la vez que miraba su reloj.
Doscientos
disparos sonaron por el aire, amenazantes, decenas
de dinamitazos retumbaron al chocar en el suelo cerca de donde se
ubicaba la tropa.
Los indios tiraban diestramente con la honda, arrojando los cartuchos de dinamita con guía ya encendida. Se vio caer a un gendarme sin haber tenido
tiempo para hacer la segunda descarga.
-
¡Circo,
circo, circo! - avanzaban gritando los llaucanos y ejecutando una maniobra alrededor de la tropa, miles de piedras volvieron
a verse por el aire.
¡Fuego al bulto! - tronó nuevamente el Prefecto. La respuesta inmediata fue dada por dos
decenas de indios que quedaban tendidos en
la pampa, entre muertos, heridos y agonizantes.
Sin embargo en la indiada comenzó a generalizarse la pelea, varias decenas de indios
volvían a caer sin vida. Siete soldados quedaron gravemente heridos en
esta segunda refriega.
La tropa volvió a cargar sus fusiles y dispararon por tercera vez, a boca de jarro, cinco decenas de llaucanos
murieron al momento. Otra descarga más,
ochenta indios muertos boca abajo, conforme
arreciaban, nuevos llaucanos eran barridos por las balas, ya el desbande
no se hizo esperar en las filas de los indios; atropellándose huían en distintas direcciones y los gendarmes seguían disparando, gritos, lamentos, maldiciones
y blasfemias se oía por todas partes, manchones de sangre se veía por los
caminos y el llanto reinó casi en todas las casas.
Media hora había durado la batalla, treinta minutos de desigual batalla, «treinta minutos de infierno y
sangre».
AL PREFECTO LE FALTO TINO Y SAGACIDAD
El Mariscal Benavides en su libro su vida y su obra, Lima 1976 I (pág. 247 - 248), nos relata:
«Con espíritu justiciero resolvió Benavides un grave
incidente ocurrido en la provincia de
Chota, Departamento de Cajamarca,
conocido en la historia como «La masacre de Llaucán». La hacienda de
este nombre, administrada desde 1887 por el Colegio
Nacional de San Juan de Chota, fue sacada a remate para su arriendo-como todos los años en Diciembre de
1914, obteniendo
INVESTIGADO POR LOS ALUMNOS DEL CEBA “ALCIDES VÁSQUEZ” –
Bambamarca 2012
Autor: Franklin Vásquez Huamán
Prof. Asesor: Heriberto
Tamay Ruiz
Basado en el libros “Los mazos de pencaspampa” - Bambamarca.
Es una parte de esta triste historia de los llaucanos, que la
recuerdan y tienen el remordimiento que la historia se escribe con sangre.
Mi mayor deseo es que esto se conozca para que no se repita, el
campesino sea valorado como tal, con dignidad, respeto a su idiosincrasia,
forma de vida y su derecho consuetudinario.

