DISONANCIA COGNITIVA /
CONTRADICCIÓN DE CONSCIENTE COGNITIVO
La disonancia cognitiva es una percepción de
incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas, que puede impactar sobre
nuestras actitudes si además nos afecta emocionalmente, provocando interés,
curiosidad, entusiasmo o ansiedad. Si hemos pensado siempre que aprender es una
obligación que conlleva sacrificio, abnegación y dolor, pero hoy escuchamos que
según la ciencia solo es posible aprender genuinamente a través de experiencias
que despierten agrado y satisfacción, el dato nos crea una disonancia perturbadora,
porque de aceptarlo, cambiará nuestras actitudes y nuestra manera de actuar el
aula.
La aparición y la persistencia de la disonancia
¿Por qué y cómo brota la
disonancia? ¿Cómo puede ser que unas personas sostengan opiniones o actúen como
no es habitual en ellas?. La respuesta a esta pregunta la podemos encontrar
tratando las dos situaciones más normales en las que ocurre la disonancia.
1) A una persona le pueden
acontecer cosas nuevas o recibir información nueva sobre algo, creándose, al
menos de momento, una disonancia con el conocimiento existente, con las
opiniones de la persona o con la cognición de una conducta determinada. Dado que
nadie tiene control completo y perfecto sobre la información que le llega y
sobre los acontecimientos que suceden en torno suyo, es fácil que puedan surgir
estas disonancias. Así, por ejemplo, una persona piensa ir de excursión, con la
seguridad completa de que el tiempo va a ser cálido y soleado. Empero, un poco
antes de salir, empieza a llover. El conocimiento de que ahora está lloviendo
es disonante con la confianza que tenía en que iba a ser un día de pleno sol y
en su plan para ir de excursión. O bien, para poner otro ejemplo: una persona
está muy segura del conocimiento que tiene de que las transmisiones automáticas
en los coches son ineficaces y por casualidad lee un artículo elogiando las
transmisiones automáticas. He aquí de nuevo un caso de disonancia momentánea.
2) Aunque no haya
acontecimientos nuevos e imprevistos, y la información sea la misma de siempre,
la existencia de la disonancia es, sin lugar a dudas, algo que pasa todos los
días. Hay pocas cosas que sean completamente blancas o negras; pocas
situaciones tienen perfiles suficientemente claros como para que las opiniones,
y las conductas no sean, hasta cierto punto, una mezcla de contradicciones. Por
ejemplo, un granjero del medio oeste de los Estados Unidos, que es republicano,
quizá se oponga a la política de su partido en cuestiones de cómo mantener los
precios del producto agrícola. Una persona que se compre un automóvil nuevo es
muy probable que prefiera la economía de un modelo y el diseño de otro. Un
sujeto que ha de decidir cómo ha de invertir su dinero es probable que tenga
conciencia de que el resultado de su inversión depende de condiciones
económicas que se escapan de su control. Donde se ha de formar una opinión y
donde hay que adoptar una decisión es casi inevitable que surja una disonancia
entre la cognición de la acción que se lleva a cabo y las opiniones y
conocimientos que señalan una acción diferente.
Hay, por tanto, una amplia
gama de variedades y situaciones en las que la disonancia es casi inevitable.
Nos queda por examinar las otras circunstancias en que la disonancia, una vez
creada, perdura. O sea, ¿de qué depende que la disonancia no se trate de un
suceso momentáneo?. Si las hipótesis formuladas son correctas, en cuanto hace
su aparición la disonancia brota una fuerza igual y de signo contrario para
reducirla. Para contestar adecuadamente a esta cuestión es conveniente echar
primero una ojeada a las formas posibles de reducir la disonancia.
Dado que sobre este tema
hemos de volver y muy pronto, vamos a examinar ahora en este capítulo cómo se
puede reducir la disonancia. Usaremos como ejemplo el del fumador habitual que
ya sabe que el fumar es nocivo para la salud. Esta información le ha podido
llegar a través de un periódico o de una revista médica. El conocimiento que tiene
es indudablemente disonante con la cognición de continuar fumando. Si la
hipótesis de que existen fuerzas que reducen la disonancia es correcta,
entonces ¿qué es lo que hará la persona en cuestión?
1) A lo mejor cambiará su
cognición simplemente variando sus acciones; o sea, puede que deje de fumar. Si
ya no fuma, entonces la cognición de lo que hace será consonante con el
conocimiento de que el fumar es dañino.
2) Quizá varíe su
«conocimiento» sobre los efectos del fumar. Esto parece una manera rara de
expresarlo, pero es lo que suele suceder en la práctica. La persona puede
sencillamente llegar a creer que el fumar no es nocivo para el organismo o
puede adquirir tanta «información» sobre los efectos benéficos del tabaco, que
sus efectos perniciosos lleguen a ser negligibles. Si puede arreglárselas para
cambiar su conocimiento de una de estas dos maneras posibles, habrá reducido o
aun eliminado la disonancia entre lo que hace y lo que sabe.
Pero en el ejemplo del
fumador parece claro que la persona puede encontrarse con grandes dificultades
al intentar cambiar, ya sea su conducta, ya sea su conocimiento. Y ésta y no
otra es la razón de que la disonancia, una vez creada, podrá reducir o eliminar
la disonancia. El fumador hipotético puede pensar que el proceso de dejar de
fumar es demasiado penoso para él. Puede tratar de encontrar puntos de vista y
opiniones distintas para reforzar la opinión de que el fumar no hace mucho
daño, pero puede ocurrir que todos estos intentos fracasen. Entonces continuará
fumando aun teniendo conciencia de que el fumar la perjudica. En este caso, sus
intentos esforzados para reducirla disonancia no cesarán.
Por supuesto que hay algunas
zonas de la cognición en donde la existencia de la disonancia es más habitual.
Esto puede ocurrir cuando dos o más valores o creencias establecidas, todas
relevantes de la zona de cognición en cuestión son inconsistentes. O sea, que
no hay opinión que se mantenga ni conducta que se siga que no sea disonante, al
menos con una de las creencias establecidas.
La magnitud de la
disonancia
Todas las relaciones de
disonancia no son, por supuesto, de igual magnitud. Es necesario distinguir los
grados de disonancia y decir, explícitamente, qué es lo que determina que una
relación dada sea más o menos intensa. Trataremos, en breve, de algunos
determinantes de la magnitud de la disonancia existente entre los elementos y
más tarde volveremos a ocuparnos de la cantidad total de disonancia que puede
darse entre dos grupos de elementos.
Un determinante obvio de la
magnitud de la disonancia estriba en las características de los elementos entre
los que hay relación de disonancia. «Si dos elementos son disonantes el uno con
el otro, la magnitud de la disonancia estará en función de la importancia que
tengan estos elementos.» Cuanto más grandes son estos elementos o mayor su
valoración para la persona, tanto mayor es la magnitud de la relación de la
disonancia entre ellos. Así, si uno de nosotros le da 10 céntimos a un pobre
sabiendo perfectamente que el mendigo no tiene realmente necesidad de ellos, la
disonancia que hay entre estos dos elementos es bastante débil. Mucha mayor
disonancia habrá, por ejemplo, en el caso de un estudiante que no prepara bien
un examen importante, sabiendo que su conocimiento real es probablemente
inadecuado para aprobar. En este caso, el que los elementos sean disonantes
entre sí es muy importante para la persona y la magnitud de la disonancia
aumenta en forma proporcional.
No hay dificultad en afirmar
que es raro el que no exista disonancia alguna dentro de un grupo de elementos
cognoscitivos. Casi por cada acción que emprende una persona o por cada
sentimiento que tenga habrá, seguramente, al menos, un elemento cognoscitivo
disonante con estos elementos de «conducta».
Aún los conocimientos de menor cuantía, como el saber que uno va de
excursión el domingo por la tarde es seguro que tiene en su fuero interno algún
elemento disonante. La persona que va de excursión puede tener conciencia de
que el hogar reclama su atención o pensar que quizá llueva y así sucesivamente.
O sea, que hay, en general, tantos elementos cognoscitivos que son importantes
para cualquier elemento dado, que la presencia de alguna disonancia es cosa
normal.
Vamos a considerar ahora todo
el contexto de la disonancia y de la consonancia en relación con un elemento
que se nos presenta. Suponiendo, momentáneamente, en gracia a la definición,
que todos los elementos relevantes son igual de importantes para una persona
dada, «la cantidad total de disonancia entre este elemento y el resto de las
cogniciones del sujeto dependerá de la proporción de elementos relevantes que
son disonantes con la persona». Así, si la mayoría aplastante de elementos
relevantes son consonantes con el elemento de conducta del sujeto, entonces la
disonancia con este elemento de conducta es pequeña. Pero si en la relación del
número de elementos consonantes con el elemento de conducta, el número de
elementos disonantes es grande, la disonancia total será de magnitud
apreciable. Claro está que la magnitud total de la disonancia habrá de depender
también del valor e importancia de aquellos elementos relevantes existentes en
las relaciones consonantes o disonantes con el elemento que está siendo
considerado.
Por supuesto, que lo que
acabamos de decir se puede generalizar fácilmente para tratar la magnitud de la
disonancia que existe entre dos grupos de elementos cognoscitivos. Esta
magnitud depende de la proporción de las relaciones relevantes entre elementos
o conjuntos de elementos.
Dado que la magnitud de la disonancia
es una variable importante para determinar la presión para reducirla y dado que
trataremos repetidamente de la medida de la disonancia cuando consideremos los
datos, bueno será resumir lo que hemos tratado hasta ahora referente a la
magnitud de la disonancia.
1) Si dos elementos
cognoscitivos son relevantes, la relación entre estos elementos será consonante
o disonante.
2) La magnitud de la
disonancia (o de la consonancia) aumenta según crece la importancia de los
elementos cognoscitivos.
3) La cantidad total de
disonancia que hay entre dos grupos de elementos cognoscitivos está en función
de la proporción ponderada entre dos grupos que son disonantes. La frase
«proporción ponderada» se utiliza porque cada relación relevante será medida de
acuerdo con la importancia de los elementos que intervienen en ella.
La reducción de la
disonancia
«La presencia de la
disonancia da ocasión a que surjan presiones para reducirla o eliminarla. La
fuerza de la presión que se ejerce para reducir la disonancia está en función
de su magnitud.» En otras palabras, la disonancia actúa del mismo modo que un
impulso, necesidad o estado de tensión. La presencia de la disonancia lleva a
una acción para reducirla de idéntica forma que, por ejemplo, el hambre lleva a
una acción para evitarla. De manera análoga a un impulso, cuanto mayor es la
disonancia mayor será la intensidad de la acción para reducirla y más se hará
por evitar situaciones que acrecienten la disonancia.
Para poder especificar cómo
se manifiesta la presión para reducir la disonancia es necesario examinar las
formas posibles de reducir o eliminar la disonancia existente. Por regla
general, si hay disonancia entre dos elementos cognoscitivos se puede eliminar
al variar uno de estos dos elementos. Lo importante de estos cambios es cómo
tienen lugar. Hay varias formas posibles de que estos cambios se efectúen y
dependen de los elementos cognoscitivos que intervienen y de la totalidad del
contexto cognoscitivo.
Recapitulación y más
sugerencias
Las diversas definiciones,
suposiciones e hipótesis que constituyen la teoría de la disonancia
cognoscitiva se han formulado en los cinco capítulos teóricos del libro. En un
esfuerzo por dar un breve resumen de la teoría, volveré a formular algunas de
estas definiciones, suposiciones e hipótesis de la manera más organizada
posible.
El fondo básico de la teoría
consiste en la idea de que el organismo humano trata de establecer una armonía
interna: consistencia o congruencia entre sus actitudes, opiniones,
conocimientos y valores. Es decir, hay una tendencia hacia la consonancia,
entre cogniciones. Para tratar esta idea más precisa, he imaginado que la
cognición se puede descomponer en elementos, o al menos, en grupos de
elementos.
Partiendo de estas
reflexiones, se han encontrado una serie de situaciones en las que se supone la
existencia de la disonancia cognoscitiva:
a) Casi siempre existe
disonancia después de haberse tomado una decisión. Los elementos cognoscitivos
correspondientes a las características positivas de las alternativas rechazadas
y lo que son correspondientes a las características negativas de la alternativa
elegida, son disonantes con el conocimiento de la acción que se ha seguido. Los
elementos cognoscitivos correspondientes a las características positivas de la alternativa
elegida y a las características negativas de la alternativa rechazada, son
consonantes con los elementos cognoscitivos de la acción que se ha emprendido.
b) Suele existir disonancia
después de haberse intentado obtener un comportamiento que está abiertamente en
desacuerdo con la opinión privada mediante la oferta de un premio o la amenaza
de un castigo. Si esto se consigue, la opinión privada de la persona es
disonante con su conocimiento relativo a su comportamiento, y su concepto del
premio obtenido o del castigo evitado es consonante con su conciencia respecto
a su comportamiento. Si no se tiene éxito en obtener la conducta deseada,
entonces la opinión privada es consonante con el saber lo que se ha hecho, pero
el conocimiento del premio no conseguido es disonante con la conciencia que se
tiene de cómo se ha actuado.
c) La exposición accidental o
forzosa a nueva información, puede crear elementos cognoscitivos disonantes con
la cognición existente.
d) La abierta expresión de
desacuerdo de un grupo lleva a la existencia de disonancia cognoscitiva en sus
miembros. El conocimiento de que alguna otra persona -generalmente parecida a
uno- tiene una cierta opinión, es disonante con tener el punto de vista contrario.
e) Cuando ocurre un
acontecimiento de una fuerza capaz de producir una reacción uniforme en todo el
mundo, es probable que haya una disonancia colectiva. Por ejemplo, puede
suceder un acontecimiento que niega de manera inequívoca una creencia muy
extendida.
Hasta ahora hemos definido la
disonancia y la consonancia como relaciones de «todo o nada»; o sea, si dos
elementos son relevantes el uno para el otro, la relación entre ellos es
disonante o consonante. Se han aventurado dos hipótesis respecto a la magnitud
de la disonancia o de la consonancia:
1. La magnitud de la
disonancia o de la consonancia que existe entre dos elementos cognoscitivos
estará en función directa de la importancia de estos dos elementos.
2. La magnitud total de la
disonancia que se da entre dos grupos de elementos cognoscitivos está en
función de la proporción ponderada de todas las relaciones relevantes entre los
dos grupos que son disonantes, considerando cada relación disonante o
consonante de acuerdo con la importancia de los elementos comprendidos en esa
relación.
A partir de estas hipótesis
sobre la magnitud de la disonancia, parecen evidentes algunas consecuencias
operacionales.
a) La magnitud de la
disonancia postdecisoria está en relación creciente con la importancia general
de la decisión y del atractivo relativo de las alternativas no elegidas.
b) La magnitud de la
disonancia postdecisoria decrece a medida que aumenta el
número de elementos cognoscitivos, que corresponden idénticamente a
características de las alternativas elegidas y de las no elegidas.
c) La cantidad de disonancia
resultante de un intento de obtener una condescendencia forzosa es mayor, si el
premio prometido o el castigo con que se amenaza son «sólo lo suficiente» como
para lograr el comportamiento deseado o si son «justamente lo necesario» como
para no conseguirlo.
d) Si se consigue el
consentimiento forzoso, la magnitud de la disonancia disminuye a
medida que aumenta la magnitud del premio o del castigo.
e) Si no se logra el
consentimiento forzoso, la magnitud de la disonancia aumentará a
medida que disminuye la magnitud del premio o del castigo.
f) La cantidad de disonancia
creada por la expresión de desacuerdo con otros, decrece a
medida que aumenta el número de elementos cognoscitivos
consonantes con la opinión. Estos últimos elementos pueden corresponder, bien a
noticias informativas, objetivas, no sociales, o bien al conocimiento de que
alguna otra persona tiene la misma opinión.
g) La magnitud de la
disonancia creada por el desacuerdo con otros, crece con el
aumento del valor de la opinión en la persona, con la importancia de la opinión
de los que hacen público su desacuerdo y con el atractivo de los que expresan
su disconformidad.
h) Cuanta más diferencia hay
entre la opinión de la persona y la del que expresa su desacuerdo, y por lo
tanto mayor es el número de elementos que son disonantes entre los grupos
cognoscitivos correspondientes a las dos opiniones, mayor será también la
magnitud de la disonancia.
Para terminar esta breve
exposición de la teoría, tenemos que añadir algo más respecto a la efectividad
de los esfuerzos dirigidos a la reducción de la disonancia:
a) La eficacia de los
esfuerzos para reducir la disonancia dependerá de la resistencia al cambio de
los elementos cognoscitivos comprendidos en la disonancia y en la posibilidad
de conseguir información nueva de más personas que proporcionen elementos
cognoscitivos consonantes.
b) Las fuentes más
importantes de la resistencia al cambio de un elemento cognoscitivo son las
respuestas de tales elementos cognoscitivos a la realidad y la medida de hasta
donde un elemento puede existir en relaciones consonantes con otros.
c) La máxima disonancia que
puede existir entre dos elementos, es igual a la resistencia al cambio del
menos resistente de los dos. Si la disonancia excede esta magnitud, el elemento
cognoscitivo menos resistente cambiará, reduciéndose así la disonancia.
De este resumen no podemos
esperar una exposición adecuada de la teoría, pero quizá pueda ayudar al lector
a entender más claramente cuál e
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